Por. Adolph Lippe. M. D.
(The Hahnemannian Monthly Vol. 1, Abril 1866)
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En la revista británica, Vol. XXIII, pagina 680, se encuentran los siguientes pasajes:
“Pero cuando el Dr. Lippe dice; “Las notas excluidas, sellan al Dr. Rubini como un Hahnemanniano, habiéndolas omitido pudo haber sido reclamado por los del otro lado.” No sabemos lo que el Dr. Lippe quiere decir.
¿Cómo notas de esa naturaleza pueden describir a un hombre como Hahnemanniano? ¿Qué es un Hahnemanniano?
¿Acaso no todos los homeópatas son Hahnemannianos? Si no es así, ¿Que el Dr. Lippe tenga la bondad de definir que es, ser un Hahnemanniano y a la vez cite las palabras o pasajes en esas dos notas que indican ser o no Hahnemanniano? Más aun, ¿En que difiere un Hahnemanniano de un homeópata? deseamos saber ¿Cuál de los dos es el mejor practicante, o compañero más agradable? Y también nos gustaría saber ¿Cuál es el otro lado que puede reclamar el Dr. Rubini si sus notas son omitidas?”
Lippe:
Espero que los sabios editores de la revista británica me excusen por mi larga demora al responder a sus preguntas. Pero otros compromisos públicos principalmente el deber que tengo encomendado de instruir a ochenta y cinco estudiantes de medicina homeopática Hahnemanniana, hasta este momento era simplemente imposible para mí dar a estas preguntas la atención que su respeto y cortesía tiene el derecho.
En una nota a las observaciones clínicas en su monografía sobre Cactus el Dr. Rubini dice;
“Aquí cabe señalar, lo imposible que es establecer con precisión la dosis de un medicamento. Siempre se deja al criterio del médico a cargo, el proporcionar a la cabecera del paciente, la potencia del medicamento en proporción a la de la enfermedad. También es importante notificar que una dosis demasiado fuerte puede en lugar de aminorar la enfermedad producir una irritación o agravación. Y esto podría ser aun más serio, si la dosis también se repite diariamente. El paciente entonces se desanimaría y caerá en el gran error de pensar que el remedio no era adecuado, o que su organismo no pudo soportarlo. Estas concepciones erróneas y falsas son muy frecuentes, y tan firmemente establecidas que el médico es a veces, forzado por el mismo paciente a cambiar la prescripción. Este cambio en si mismo sería un error en la práctica, y quizás no podría haber uno peor.
Hahnemann al inicio usaba las tinturas madre; pero después, habiendo aprendido de hechos curo con la 100 después con la 10, 000, después con la 1, 000,000 y finalmente con la 10, 000,000, parte de una gota. Y entonces no vio más irritaciones o agravaciones.”
Esta es la doctrina de Hahnemann, pura, verdadera y claramente declarada, y su calurosa aceptación por el Dr. Rubini lo sella como un Hahnemanniano “sans peur et sans reproche.” (Sin miedo y sin reproche). Y están en oposición a tal doctrina como esta los “del otro lado” entre los llamados homeópatas oponentes. (Véase al respecto), el famoso testimonio dado en Toronto Canadá, que dice; en cuanto a la dosis homeopática apropiada; “Nos esforzamos para detener rápidamente los síntomas propios de la intoxicación.” Que las revistas medicas homeopáticas británicas más bien han sostenido que contradicho.
El Dr. Rubini afirma que Hahnemann aprendió de los hechos, para curar disminuyendo la dosis. Tales curaciones por simples que parezcan parecen ser ajenas para algunos de los escritores de la revista británica. El Dr. Rubini, también notifica la individualización, --- que parece no menos extraña para aquellos que buscan más que nada el generalizar.
Todos los Hahnemannianos son homeópatas, pero todos los que pretenden ser homeópatas no son Hahnemannianos. Y de hecho, tanto miedo tienen algunos de ellos de ser llamados Hahnemannianos, que se esfuerzan anticipadamente por negar el nombre.
Y aquellos que, mientras se hacen llamar homeópatas, aun afirman que si Hahnemann fuera la homeopatía ya habría muerto hace mucho tiempo --- quienes niegan la ley de la simpleza y repudian las dosis mínimas --- todos estos sin duda no son Hahnemannianos; y lo que complacen en llamar homeopatía, es algo tan diferente de la practica ya que se opone a los preceptos de Hahnemann.
No obstante, grande es el respeto que todos debemos sentir al fundador de la homeopatía; esto sin duda no debe obstaculizar nuestro perfeccionamiento sobre la practica mediante un desarrollo de sus principios. Mientras que si nos imaginamos a nosotros mismos haber descubierto otros y mejores principios, que deben remplazar aquellos establecidos por él, y en consecuencia deben adoptarse, incluso así ya no seriamos homeópatas.
Pero para los que aun profesan, que quedan en las filas de sus seguidores, es interesante averiguar, que clase de practicantes son en realidad los más exitosos, --- aquellos que fielmente se adhieren a los principios que el propio Hahnemann estableció e hizo la base del sistema de tratamiento médico que el mismo designo con el nombre de homeopatía. --- O aquellos que consideran a Hahnemann haber sido un viejo caballero bien intencionado, que sus ideas eran, tal vez, meritorias en su tiempo, en el que vivió, pero que ahora son decididamente anticuadas. (Si no es que totalmente refutadas). Y que el sistema de la practica que el impuso no está a la altura de la llamada homeopatía de moda en la actualidad.
Y si nuestros amigos de la revista británica son sinceros al preguntar cuál es el mejor medico, (por esto se entiende el médico más exitoso) responderemos que la respuesta no es difícil de encontrar.
En el continente la peste bovina fue tratada recientemente con gran éxito por homeópatas Hahnemannianos. En Inglaterra la misma enfermedad fue tratada con un muy poco éxito por médicos que mientras clamaban ser homeópatas perseguían un sistema de medicación de drogas, que si lo hubiera visto el venerable Hahnemann en su vida, se había llevado la homeopatía con dolor a la sepultura. Así, mientras que en cuanto a que los principios son la prueba, el debió haber estimado el mejor practicante, al que se adhiere con mayor fidelidad a los principios que profesa seguir, en cuanto al éxito se ha de considerar el criterio, el ejemplo que acabamos de citar, parece una respuesta suficiente a la cuestión.
Podemos ofrecer una ilustración aun más amplia, ni el espléndido éxito de Hahnemann en los últimos años de su práctica ni el notable éxito que asistió a sus primeros discípulos y seguidores inmediatos que escrupulosamente se adhirieron a sus principios y método, puede ser negado ahora. En contraste con esto el comparativo y admitido poco éxito de casi toda una generación de médicos, que no se quieren adherir a los principios estrictos de la homeopatía y práctica, y la conclusión vendrá a la mente de cada persona libre de prejuicios; que hay una inseparable conexión entre el “mejor practicante” considerado a priori por la “pureza” de sus principios, y el “mejor practicante” considerado a posteriori con referencia al éxito en su práctica. Y cuando además escuchamos quejas de la insuficiencia de los estrictos principios de la homeopatía y de la ineficacia de las dosis infinitesimales de los medicamentos homeopáticos (los que Hahnemann encontró ampliamente satisfactorios al igual que muchos de sus discípulos) la conclusión por naturaleza es que la culpa no está en las leyes de la homeopatía o en las medicinas homeopáticas sino en los mismos médicos, quienes a la vez hacen caso omiso de las leyes (por consecuencia necesarias) e incorrectamente administran los medicamentos.
Después de haber tratado de hacer inteligible, incluso a la comprensión de nuestros amigos de la revista británica, lo que quisimos decir en nuestra critica a las notas del Dr. Rubini, habiendo intentado mostrar que estas notas sellan al Dr. Rubini como un verdadero Hahnemanniano; habiendo, eso espero, mostrado lo que es un verdadero Hahnemanniano, y lo que un llamado homeópata puede ser, y habiendo dentro de mi humilde capacidad respondido a la cuestión del “mejor practicante” de tal manera que aun hago observaciones posteriores; ahora abordamos la última cuestión,[1]
“¿Que es el otro lado?”
Siempre hay dos lados, --- de los cuales, si uno es el mejor, el otro difícilmente puede serlo, --- si uno está mal, el otro estará bien. Y creemos que muy pocas personas serán capases de percibir las diferencias entre los dos, lo que ha sido el objeto de la presente a ilustrar. Una diferencia marcada por ninguna línea definida, sino que por una que de un lado ve el cumplimiento estricto de los principios de la homeopatía, medicamentos, y práctica, y el otro lado, los que profesan el desprecio a tales principios estrictos, la sustitución de ellos por otras teorías ya sea química, patología etc., el empleo de métodos en la práctica contra los cuales Hahnemann protestaba y el uso de medicamentos, en mezclas masivas, y dosis frecuentemente repetidas, diametralmente opuestas a todo su sistema.
De un lado aparece una homeopatía tal, de acuerdo a los principios, los preceptos y la práctica de Hahnemann y sus discípulos amados, y del otro, siluetas borrosas de la llamada homeopatía moderna, que no tiene la honestidad suficiente para asumir ser idéntica a la anterior, y la audacia suficiente para clamar ser algo mejor.
Brillando por un lado vemos los brillos del éxito, y escuchamos agradecidos los aplausos de aquellos que estaban a punto de perecer.
Del otro lado, se escuchan confesiones de falta de éxito, quejas de la dificultad en la aplicación de los principios de la homeopatía, o acerca de la ley de curación en toda clase de casos, y de la total insuficiencia de las diluciones homeopáticas en muchas formas de enfermedad.
“Aunque no vamos a rechazar los descubrimientos recientes, y avances en la química, y patología, ni negar su verdadera utilidad, en las ciencias medicas, pero estamos todavía muy lejos de ser capases de encontrar en ellas sustitutos totales o parciales para la ley de los semejantes, o verdaderas razones científicas para transgredir esa ley administrando medicinas no homeopáticas. Y de hecho, creemos que vemos en el notable éxito que sigue a la estricta aplicación de esta ley, prueba fehaciente de que esta ley de los semejantes, subyace de una vez toda la estructura química y física, y toda aun la más alta e inseparable constitución fisiológica del sistema humano. Esto puede parecer, para los gentiles locura, ya que para la mayoría ha sido siempre una piedra con la que tropiezan y ofensa a los oídos de la vieja escuela, --- e incluso para algunos que se distinguen en la nueva. Pero no es menos cierto que la naturaleza es una amante celosa y aparece mucho más dispuesta a satisfacer las palmas de los que habitan a sus pies y aprenden de ella, que a aquellos que impulsados por teorías auto- halagadoras, y conclusiones plausibles de ciencia parcial y superficial, se imaginan sus superiores.”
Adolph Lippe M.D.
[1] Decimos cuestión final, por aquellas del artículo que estamos citando. Pero hay aun algunas interrogantes más (explicativas o conjeturales) que hacen referencia a temas políticos. Sin embargo por mucho que deseemos discutir esto con nuestros amigos ingleses es irrelevante para las páginas de una revista médica, así como la falta de espacio en esta revista mensual y tiempo de nuestra parte, para hacer justicia a un sector tan amplio de temas políticos, nacionales, internacionales, sociales, económicos nos privamos de presentarlos.
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